¡La enfermedad no es algo normal!
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¿Creemos acaso que nuestro Creador Divino haya concebido el ser humano de un modo tan defectivo que sea inevitable que constantemente se enferme, progresivamente se degrade y tenga una vejez achacosa? ¡De ningún modo!… Si el ser humano supiera exactamente lo que le conviene comer y cuál estilo de vida debería adoptar, ¡jamás se enfermería!… Cómo no se enferman ni presentan síntomas de vejez los animales que viven en el ambiente natural de la selva; sino que se extinguen plácidamente cuando su ciclo biológico predeterminado haya llegado a su término.
¿A qué se debe esta diferencia en materia de salud entre los hombres y los animales?
Los animales están regidos por un instinto que automáticamente les empuja a vivir como deben para mantenerse en un óptimo estado de salud, mientras que el ser humano, creado enteramente libre, necesita que su inteligencia sea iluminada, su voluntad fortalecida y su corazón entusiasmado por motivos profundos, para no dejarse arrastrar por la gula, el comodismo o intereses económicos, y no caer en depresión y ganas de acabar con su vida.
Pero esta libertad provoca que el hombre, por ignorancia, flojera o desmotivación, constantemente y sin darse cuenta, maltrata a su cuerpo con alimentos inapropiados y un estilo de vida antinatural. Sin embargo, lo peor de todo es que, cuando se enferma, en vez de poner fin a los maltratos que inflige a su cuerpo, recurre a fármacos, ignorando o no haciendo caso a lo que ya el genial griego Hipócrates había recomendado siglos ante de nuestra era: “que tu alimento sea tu única medicina”. Al enfermarte, sólo existen dos opciones: Recurrir a los medicamentos tradicionales (fármacos) o abrir su “botiquín de medicamentos naturales”.
Fuente: Los Secretos de una Magnífica Salud, Antoine Lootens Impens