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A 50 años de la Humanae Vitae ¿todo sigue igual?

Norma Barba

En 2018 se cumplieron 50 años de la publicación de la encíclica Humanae Vitae, la cual marco el rumbo de la iglesia sobre la inmoralidad de la anticoncepción artificial, el aborto y la manipulación biológica del ser humano.

Desde entonces ¿la doctrina de la iglesia ha cambiado? ¿Se ha suavizado el fondo o las formas? Y sobre la ciencia, ¿lo que ésta nos ofrece como posible para la concepción, regularización o atención de la vida es moralmente aceptable?

Firmó su pasión

A mediados de los años 60 la sociedad se enfrento a la primera gran revolución sexual por la que se disociaba del acto conyugal a la procreación a través de la píldora anticonceptiva, no solo como solución al problema demográfico, sino principalmente como expresión de una supuesta libertad de la mujer.

Ante ello, el Papa San Juan XXIII creó la Comisión para el Estudio de Problemas de Población, Familia y Natalidad con la finalidad de que ésta emitiera una opinión sobre las implicaciones morales y sociales de la políticas antinatalistas y los medios artificiales de aquella época.

Sin embargo no fue él sino su sucesor, el Papa Pablo VI, quien llegara a tomar la decisión definitiva de declarar la inmoralidad de aquellos métodos de regulación de la natalidad a pesar de que la sugerencia de la comisión era mayoritariamente contraria.

Así que Pablo IV, ante la gran responsabilidad que esto significada para la salvación de la almas, pasó toda una noche en oración y al amanecer, después de aquella velada con Dios, firmó la publicación de la Encíclica, misma que le costaría señalamientos y críticas tanto de propios como por ajenos.

De aquí aquella afirmación del entonces Secretario de Estado, el Cardenal Agostino Casaroli, al decir que: “la mañana del 25 de julio de 1968 Pablo VI celebró la Misa del Espíritu Santo, pidió luz de lo alto y firmó: su firma más difícil, una de sus firmas más gloriosas. Firmó su propia pasión”.

Documento profético

Así comienza la historia de lo que hoy sabemos ha sido un documento profético al vislumbrar que la anticoncepción abriría el camino a la “infidelidad conyugal” y ésta a la destrucción de la familia, a la cosificasión de la mujer como instrumento de placer y a la imposición de los gobiernos para que sus pueblos los utilicen.

Así vemos que la tercera causa de rupturas familiares en México es la infidelidad, cuadruplicándose en los últimos dos años (INEGI), que nuestro país tiene el primer lugar mundial en abuso de sexual infantil (OCDE), quinto en trata de blancas (Cumbre Hemisférica sobre Trata de Personas) y primero en difusión de pornografía según la Procuraduría General de la República.

Cada vez más los gobiernos incrementan políticas obligatorias en el área de salud para controlar natalidad, tales como condicionar el alta medica de una mujer recién parida a declara el método a utilizar.

Pese a todo esto, la iglesia como madre y maestra no quiere que nadie se pierda por la utilización de los métodos anticonceptivos o manipuladores de la vida humana, por ello suaviza las formas, pero nunca el fondo promoviendo la misericordia, el perdón, la reconciliación y el acompañamiento a quienes sufren por ello .

Así que aún suavizando las formas el magisterio de la Iglesia se mantiene firme en materia natalidad, a través de documentos como: la Familiares consorcio (1981), Donum Vitae (1987), Evangelium Vitae (1995), Compendio de la Doctrina de la Iglesia (2004 )y Amores laetitita 2016.

Mas aún, conforme avanza la ciencia se plantea la moralidad de lo que científicamente posible.

Justo diez años después de la publicación de la Humanae Vitae, el 25 de julio de 1978, nació la primer niña probeta a nivel mundial en Inglaterra: Louise Brown a través de la técnica de la fecundación invitro, es decir, concebida fuera del acto conyugal, en un vaso de cristal y posteriormente implantada en el útero de su madre.

Y que decir de la practica de los vientres de alquiler por la que un niño puede llegar a tener hasta cinco padres: dos biológicos (donantes de óvulos y espermas), dos que lo críen y uno más quien lo lleve en su vientre en gestación (la madre de alquiler).

O la inseminación artificial que por medio de un donador y la separación del acto conyugal se concibe la vida de un bebé.

En conclusión, cincuenta años después la doctrina sigue intacta, no ha cambiado, solo se ha suavizado la forma de acoger y acompañar a los fieles, y sí, la ciencia avanza, pero no siempre de la mano de la ética y la moral, por lo que hay que mantenerse alerta , apegados al magisterio y como san Pablo VI, encomendados al Espíritu Santo.

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